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Viaje a un corazon de Cuba

febrero 15, 2013

Después de pensar en las montañas cubanas, noto que tengo una obsesión tremenda con el Escambray, en el centro de la isla. Que me fascina mucho más que la célebre Sierra Maestra, la cordillera que ayudó a terminar una dictadura y vio nacer otra. Que no me importa si es más bajito el Pico San Juan que el Pico Turquino. Nada de eso me convence. Yo me quedo con el Escambray, que es donde me he sentido más libre, cada vez que recuerdo lo difícil que es obtener permisos para visitar la Sierra Maestra o las advertencias de cuán militarizado está el Macizo Nipe-Sagua-Baracoa, –es como si fueran cordilleras presas, y el Escambray, aunque perdió su guerra, hubiera quedado libre.
Cada vez que visito Guamuhaya –nombre oficial e ignorado del Escambray- siento entre sus lomas cierta frustración por toda la libertad que allí terminamos de perder, por los muertos de los dos bandos, por los guerrilleros y los alfabetizadores, por los
colaboradores de los alzados y los informantes del gobierno, por los campesinos reconcentrados contra su voluntad –no en la guerra mambisa sino en los sesenta- y por los milicianos que pelearon por la causa del poco pan y la ninguna libertad. No los creo equivalentes en metas o ideas, ni ahora procuro entenderlos o perdonarles sus errores: no me atrevo a tanto. Simplemente me duelen.
Como me duelen ciertos sitios demasiado crueles con la verdad. Hace años recorrí con indignación el trinitario Museo de la Lucha contra esos rebeldes a los que el enemigo les puso bandidos porque peleaban por su libertad con la misma dureza con que habían peleado los de la Sierra, un museo repleto de historia manipulada y odio. Le debo un paseo a La Campana, el antiguo campamento y hoy museo donde fusilaron a tantos cubanos prisioneros –¿a cuántos por fin?, ¿publicarán la cifra algún día los de aquí?.
Y le debo muchas páginas al comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, que fue hombre de armas antes de convertirse en un afable hombre de paz, y que conocí, ya anciano en su apartamentico de San Agustín en La Lisa, lleno de ideas y de resquicios ocultos de nuestra historia,
atrincherado en su férrea voluntad de cambio con respeto y diálogo. Aunque la facilidad con que los hombres de esta isla han ido a la guerra me asombra, y miro con cierta desconfianza tantas antiguas violencias nuestras convertidas en mitos respetables –qué mal ejemplo para nuestros hijos en las escuelas si queremos enseñarlos a resolver sus problemas con paz, qué trago amargo para nosotros los que queremos cambiar este país sin golpear y no tenemos historia cubana de donde asirnos- lo que ocurrió en el Escambray me confunde.
Claro que fue una guerra, y como sucede siempre, todos los bandos tuvieron manchas. Seguro que hubo víctimas, por no ser suficientemente anticomunistas, o por no ser suficientemente comunistas. Eso es lo malo de las guerras, que no importa el ideal que defiendan, terminan salpicando sangre. Pero al menos quedó la evidencia de la tanta gente que entendía la palabra libertad, y que se lanzó en batalla casi suicida para conseguirla. En el Escambray, mirando las lomas y las cañadas de los arroyos, se me quita un poco la vergüenza de amar un país acostumbrado a llevar la cabeza agachada, y decir que sí cuando piensa que no.
A lo mejor en otros posts hablo de la infinita cascada de Guanayara –la más alta de la región y la más bella de Cuba-, de un templo que la naturaleza se hizo a sí misma: El Nicho –solo por quedarme ahí cerca me habría metido en peleas por esas montañas-, de cómo me
discriminaron por ser fotógrafo cubano ante el embalse de Jibacoa, y de los 5 CUC que el estado y La Gallega querían cobrarme solo por armar mi casa de campaña. A lo mejor otro día. Hoy no quería hablar de cercanías con la naturaleza. Hoy quería hablar de cercanías con la libertad.

4 comentarios leave one →
  1. febrero 16, 2013 5:24 am

    Henry,
    Tu relato lo hago mio. Es mi lugar en la tierra, al q tantas veces ffui cdo aun no asomaban los CUC y los lugares estaban todos al alcance de la mano. Jibacoa (el embalse es el Hanabanilla … es el mismk q llega hasta ahi) El Nicho, Caburni, Topes, Rio Negro …

    Sueño ademas q algun dia sea lugar de descanso donde losncubanos tengan su casita de fin de semana donde puedan admirar la naturaleza.

    Un saludo.

    • Henry permalink
      febrero 20, 2013 11:35 pm

      Esperemos que eso sea pronto. Ahora se puede ir a esos lugares, pero los salarios del estado apenas alcanzan para mal comer y ver cómo extranjeros que son trabajadores modestos en sus países pasean como personas aquí.

  2. Ramón Ojeda permalink
    febrero 17, 2013 2:54 pm

    Espero que en tus viajes de amor a Cuba lleves compañeros de aventura, no vaya a ser que te despeñen por un barranco accidentalmente. Recuerda que la ocasión hace al ladrón. La prudencia es la valentía inteligente. Cuando una persona se lega a un destino como lo has hecho tu, deja de deberse a sí mismo, ahora es de su causa y de la gente que en él o ella han puesto sus esperanzas. Es por eso que ahora Henry Constantín, Rosa María Paya, Eliécer Avila, Yoani Sánchez, Antonio Rodiles, Angel Santiesteban y muchísimos otros tienen la obligación de cuidarse el doble, por ellos y por el futuro de la Cuba que debe ser. Un orgulloso teleabrazo paternal.

    • Henry permalink
      febrero 20, 2013 11:32 pm

      Muchas gracias por la advertencia y el elogio implícito. Sí, nunca viajo solo.

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